MANIFIESTO POÉTICO
LA POESÍA COMO INSTRUMENTO DE LA VERDAD
V
Adscripción al Futurismo y crítica
45. Estamos sobre el promontorio más alto de los siglos... Detengamos nuestro ascenso un segundo para tomar aliento y admirar la herencia de los tiempos, el fruto de las sociedades que nos han antecedido.
46. Vivimos el tiempo de la decadencia absoluta, omnipresente... Nos es necesario rasgar los velos de una civilización enajenante y tomar nuestro legado. Nuestro arte es universalista, reconoce lo mejor y más valioso de la creación artística burguesa, se alimenta de los grandes.
47. Aspiramos a participar de la tensión ascendente de la Novena, a perdernos en la tormenta vibrante y gloriosa de su estallido épico, a buscar nuestra potencia en el motivo destructor de la Quinta, y a sumergirnos en los abismos de piedad y recogimiento del Réquiem. Con profunda admiración, nuestras rodillas sabrán tocar tierra en el preciso instante en el que tan solo una de las brisas de La Pasión bendiga nuestra alma.
¡Respeto!
Respeto a las más excelsas creaciones llamadas Espíritu
Ya que aquellas son palomas que se posan en nuestro vientre,
fecundándolo con las caricias de una madre muerta llamada esperanza.
48. Nuestra poesía hunde sus raíces en el horizonte de los siglos, en el magnífico universo de la producción intelectual y artística de las civilizaciones precedentes, llegando a enlazarse con los primeros escarceos de la creación mágico-religiosa de la humanidad para proyectarse al futuro, con fuerza avasalladora, al servicio de una nueva clase dominante, el proletariado.
49. El primer futurismo ha negado, erróneamente, la tradición, declarando la caducidad irremisible de los tiempos de la memoria. Su condena de los museos, templos luminosos de la herencia de los antiguos, ha sido, a todas luces, un despropósito. Filosofía errónea que trasvierte a la técnica y el movimiento en meras sombras carentes del vértigo de la historia en su momento de tensión más intensa. Este error debe ser enmendado con urgencia.
50. ¡No! Ni las maquinas y su gimnástica magnificencia, ni la técnica y su energía creadora, sin duda algunas de las bellezas más esplendidas del mundo contemporáneo, como reconocieran ya correctamente Marinetti y Maiakovsky, podrían equipararse a la velocidad desplegada por el tránsito del sublime movimiento: las masas y su violenta irrupción por la conquista de sus destinos.
51. Comparable a la agilidad, velocidad y precisión del vuelo furtivo de un avión supersónico en un combate aéreo, en el momento de cortar la gravedad con sus maniobras que se funden con el cielo en su fantástica insolencia, danza suprema impulsada por turbinas que rugen más portentosamente que el trueno mismo, es la acción revolucionaria de los trabajadores y sus instituciones políticas.
¡Tanto y más temible que el vuelo de un F-22 en el instante de fijar su mira, es el paso del partido revolucionario por la historia!
Maquinaria de tecnología temible que atraviesa los aires con la determinación de lo implacable.
52. Somos futuristas porque comprendemos la superación del pasado como una negación dialéctica (y por lo tanto despiadada) del presente, principio soberano destinado a florecer en el alma del proletariado en su inevitable maduración como clase dominante.
53. Sólo la clase obrera, en su calidad de dictator universalis, tendrá la potestad necesaria para conferirnos a nosotros, hombres grises y abyectos atrapados en la miseria de lo actual, el patronazgo de la construcción del futuro de nuestra especie, destinada a las estrellas.
54. Con todo, no debemos esperar pasivamente el ascenso de esta nueva soberanía. Somos futuristas, precisamente, porque colaboramos activamente con la construcción comunista. En este camino, sabemos que es necesario responder con prontitud, ya que nuestra tarea es conjurar la fuerza de los futuros actualmente hegemónicos, que constituyen la antesala inmanente de una nueva barbarie.
55. Pero no cometeremos el error de actuar apresuradamente; es decir, de manera irresponsable. Debemos ser sabios, porque dicha barbarie comparte nuestro espíritu y nuestra sangre, ya que hemos nacido de una misma progenitora, el destino.
¡Estemos alertas!
Aquella es un monstruo, como nosotros, que posee una energía y temeridad que en momentos será superior a la nuestra.
Suprema antagonista, barbarie inmanente de esta edad oscura, que se regocija con soberbia, ¡perra!, ante la posible aniquilación de nuestro género.
56. Seamos precavidos, seamos sigilosos, ya que la batalla por el futuro se librará de cara al abismo. En no menor medida, triunfaremos contemplando nuestro propio desastre. En esta batalla, será necesario, como hicieran nuestros predecesores, disputar palmo a palmo la herencia de los tiempos. Más aún, el sentido profundo de nuestra lucha será la disputa por el tiempo mismo.
57. El pasado constituye una cantera de fuerza arrolladora, más temible que los arsenales nucleares de las actuales monarquías. Esta cantera debe ser manipulada por nosotros, ya que aquella es explotada también, constantemente, por nuestros enemigos. Es necesario repasar este principio, develado ya por Benjamin.
58. En esta lucha, de carácter universal, nuestra poesía aspira a participar de un lugar en aquel inmenso espacio que constituye el nacimiento del hombre. Aquella ha nacido con Espartaco, se desarrolla hoy alimentándose de su espíritu, y se aboca de lleno a la imposición violenta de nuestra fe. Enemiga implacable de la sociedad de clases, pregonera incansable del advenimiento proletario.
59. El arte nuevo, que será un arte comunista; es decir, plenamente humano, no puede y no podrá desarrollarse al calor de esta sociedad de atraso e ignorancia. Nuestra brutalidad nos hace indignos de presenciar su nacimiento. Pretender impulsarlo sería como esperar que una manada de simios nos enseñara a nosotros, especie suprema del mundo, a componer la más elemental de las obras musicales. Solo la Revolución Burguesa y la superación material del viejo orden feudal permitió la gestación de los más recientes semi-dioses de la creación artística y el pensamiento, alcanzando aquellos la calidad de imágenes eternas de lo grandioso. No podríamos esperar hoy algo diferente.
60. Pero aún cuando la era nos prive del privilegio de admirar a los próximos creadores en sentido pleno, cuya fisonomía alcanzará la altura de los antiguos gigantes, como planteara Trotsky hace casi un siglo, la prehistoria de este arte se encuentra ya al alcance de nuestras manos. Depende de nosotros participar en su florecimiento, pudiendo colaborar de este, incluso, los aportes de todos aquellos que se vean influenciados por nuestra doctrina.